La belleza de aquél paisaje me sobrecogió. No paré de hacerle fotos una y otra vez. Lo bueno de unas vacaciones solo es que no tenía porqué esperar a nadie. Me tomé mi tiempo para captar cada uno de los árboles. Cada resquicio de las nevadas montañas que tenía ante mi fue atrapado en mi cámara. El sol, que poco a poco se escondía entre los elevados picos, competía en luminosidad con el río que pasaba por debajo, que discurría ignorando la belleza que me causaba. El sonido del viento mezclado con el tranquilo transcurso del río creaban una paz que no podía ser ignorada. Los pájaros volaban, ajenos a toda preocupación humana. Tanta admiración fue pronto competidora de mi cansancio, y a las pocas horas decidí regresar. Durante todo el viaje de vuelta estuve pensando en aquél paisaje. Tan hermoso, tan natural, tan puro. Todas las cualidades que buscaba, aunque no sabía para qué.
No pude conciliar el sueño hasta que no revelé las fotografías. Grande fue mi decepción cuando observé que nada tenía que ver. Todo me resultaba artificial comparado con el original. Nada podía compararse. Caí en una profunda depresión al ver que todo mi amor por aquél lugar no podría yo disfrutarlo. Mi deseo era tan simple, y, sin embargo, tan inalcanzable, que la impotencia pronto se apoderó de mí.
Pasaba las noches despierto, absorto. Por mi mente pasaban una y otra vez las imágenes de aquél lugar, cada vez con menos detalle. Me desesperaba ante lo que me ocurría, consciente de que perdía minuto a minuto partes de aquél paisaje idílico.
Fue en una de esas noches cuando se me ocurrió la idea de escribirlo. Puede que esa fuera una forma de no perder los detalles y poder rememorarlo siempre que lo leyera.
Comencé con ello nada más salió el sol, y me tuvo ocupado todo el día. Nada me convencía. Hoja tras hoja era arrugada y arrojada a la papelera. Pronto no cabían más hojas en la papelera, y el suelo se convirtió en una alfombra de papel. La impotencia hizo de nuevo acto de presencia, y arrojé con rabia el bolígrafo a la pared, seguido de todos los papeles que quedaban en la mesa, así como la lámpara y el monitor del ordenador. Empecé a patear todas y cada unas de las cosas del suelo, incapaz de hacer nada.
En mi desesperación encontré una realidad. La triste realidad de que ningún lenguaje humano sería nunca capaz de expresar con fiabilidad la belleza del paisaje. Lloré durante largo rato, siendo devorado por la nostalgia, la tristeza y el miedo.
Decidí que si nada me proporcionaba algo parecido a aquél paisaje, tendría que ir allí para verlo una vez más. Todo el viaje estuve pensando en el paisaje, que cada vez era más difuminado. Bajé corriendo del autobús, dejando allí mis maletas, y fui en pos de aquél paisaje que tanto ansiaba ver.
Llegué al lugar, que ya nada tenía que ver con lo que fue. Las montañas estaban tapadas por altos edificios, el río distaba de ser cristalino como antaño fue, a causa de la polución, y los pájaros no se distinguían entre la montaña de humo que provocaba aquél complejo.
Me arrodillé, contrariado. En aquél momento me importaba poco la naturaleza. Fue el hecho de que hubieran arrancado una de las pocas partes hermosas de mi ser el que me llevó a llorar, abatido. El hecho de que nunca podría volver a disfrutar algo que me hacía feliz, y que trataba por todos los medios de no olvidar. Pero ahora, cada vez las imágenes se difuminan más, las fotografías me duelen y escribir ya no sirve de nada.
1 comentario:
Vaya... Es curioso, nada más leer el primer párrafo me imaginaba lo que iba a pasar. Me refiero al hecho de que al personaje le resulte imposible plasmar lo que siente al mirar ese paisaje, al margen del final desgarrador (otra vez, para variar) y algo crítico por tu parte :p Supongo que me lo he imaginado porque a mí también me ha pasado otras veces, claro que no he llegado a los límites de desesperación del personaje del texto, pero lo he experimentado. Y aunque yo me he quedado con esta idea tan interesante y podría reflexionar sobre la Belleza (pero no me apetece, que tengo el tema muy mascado) no sé si es lo que pretendías expresar cuando escribiste esto.
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