No recuerdo muy bien cómo llegué aquí. Pero recuerdo como era mi vida antes de entrar en este túnel. El sol iluminaba cada uno de los rincones de mi alma, y no podía sentir yo más dicha que el observar todo lo que me rodeaba. Por aquél entonces todo aquello que me sucedía mientras avanzaba era acogido sin miedo, con optimismo, sabiendo yo que poco importaba lo bueno y lo malo mientras el camino lo realizara completo. Podía uno observar preciosos jardines, de un césped tan tullido y de un aspecto tan agradable que daba la sensación de tratarse del pelaje de un león. Árboles de una presencia como no recordaba haber visto, de los cuales colgaban de forma perfecta los frutos más jugosos que cabe imaginarse. Por aquél entonces creí que nada era capaz de turbar toda la felicidad que para mí representaba caminar.
Quizá ese fue mi principal error. Abracé de forma tan despreocupada lo hermoso que la bofetada de realidad que me sorprendió al otear aquél pozo negro me desconcertó. No estaba preparado. Se había creado en mí una dependencia horrorosa que no hizo sino sustituir mi risa por llanto. Al entrar tuve que decidir cómo lo afrontaba. Podía quemar el paisaje, podía desterrarlo al fondo de mi memoria y odiarlo por todo lo que me estaba pasando. Pero no quise despojar de mi mente, de mi alma, de mi ser recuerdos que eran lo único hermoso que me quedaba ya. Pensé que no era justo y seguí avanzando, creyendo que saldría pronto, que no podría ser muy profundo.
Quizá lo peor que tenga este lugar, este vacío húmedo y oscuro, es oír al resto de personas. Puedes comprobar que ahí fuera, sea donde sea, la gente puede disfrutar de algo que ya no tienes. Descubrir con horror que estás completamente solo. Respirar un aire cada vez más viciado y tener que ponerte buena cara para no desesperar. Decirte a ti mismo que todo va bien, que el dolor pasará pronto. Mentirte.
Me encuentro encerrado en una situación conflictiva. Combato conmigo mismo a cada instante. No concibo una vida entera sepultado en el túnel, dar la vuelta es imposible y pararse significa no existir. Lo único a lo que puedo aferrarme es a una esperanza que cada día que pasa se aleja de mí, quizá buscando a personas que acaben de llegar a una situación parecida a la mía. Lo poco que me queda es seguir avanzando entre toda esta nada, tratar de ignorar las risas y digerir esta amarga sensación que me oprime el estómago. La sensación de que no siempre hacer lo que uno cree honesto reporta algo positivo.
1 comentario:
¬¬ Qué te tengo dicho? En fin, por lo menos me consuela que me dijeras el otro día que estabas bien.
Centrándome en el texto y sin criticar lo malvado que eres, he de decir que se nota que estás leyendo a Poe! XD Se nota una diferencia clara en el vocabulario que hasta ahora habías empleado, este es más complejo. Y no sé, que me recuerda a Poe y punto XD
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