Para: Jorge
Fecha: 15-07-2013
¡Hola,
Jorge! ¡Qué alegría saber de ti!
Menos
mal que copiaste bien mi dirección de correo, mucha gente se lía con la barra
baja. ¿Qué tal el verano? Ya solamente te queda un curso para terminar la
carrera, tendrás ganas.
Yo
estoy bien, creo, gracias por preguntar. Es curioso cómo los sentimientos van
variando después de una ruptura. Al final de mi relación con Patricia me sentía
ahogado, con la terrible incertidumbre que genera el no saber qué va a ocurrir y
la desoladora impotencia del que observa cómo el amor se va muriendo poco a
poco. Cuando finalmente se hizo oficial lo inevitable, me sentí aliviado y feliz.
De nuevo volvía a saber qué me deparaba el futuro y, pese a saber que lo que tenía
por delante era duro, no me asustaba. Había un ligero dolor constante, como un
ruido de fondo al que crees que poco a poco vas a acostumbrarte y que puedes
ignorar fácilmente.
Ahora,
cuando hace ya tres semanas de mi indeseada soltería, esa triste música se ha
agarrado a mi alma y torna de un tono negro todas las alegrías que me quedan,
como un regusto amargo en un plato por lo demás delicioso. Miles de vivencias
pasadas vuelven a mí, mostrándome ecos de lo que una vez fue el centro de mi
plenitud. Y recuerdo las cosas que nunca le dije y aquellas que nunca debí
decirle. Y pienso si algo podría haber cambiado si hubiera actuado de otra
manera. Y, en caso de haberlo hecho, ¿me estaría traicionando a mí mismo? No
deja de sorprenderme cómo se puede pasar tan fácilmente de ansiar la seguridad
de saber qué es lo que va a ocurrir a añorar esa ambigüedad donde al menos
había sitio para una ilusión absurda.
Sé
que todos estos sentimientos son normales, pero me convierten en un ser
apático, lejos del Lucas que conociste una vez. Lo peor son las mañanas,
especialmente cuando sueño con Patricia, y Morfeo me miente mostrándome como
real una felicidad pasada. ¿Por qué nuestro cerebro es tan cruel, Jorge?
La
buena noticia es que en septiembre me voy a Madrid, a estudiar el máster de
guion. Por fin me podré dedicar en cuerpo y alma a lo que me gusta y estar
lejos de Zaragoza donde me asaltan tantos recuerdos, ahora tristes. Si el amor
no me da cancha, que al menos pueda completarme con esta actividad literaria
que tanto nos apasiona a ambos. Mis padres siguen insistiendo en que haga el
máster de secundaria, pero tú y yo sabemos que son unos saca cuartos de cuidado
y unos vende motos. Espero que mi carrera como escritor sea tan fructífera que
no tenga que volver sobre mis pasos.
He
hablado con el dueño del Balmoral, para decirle que dejaré de trabajar allí en
agosto (¿te había dicho que estaba allí de camarero?). Es interesante lo que
puede uno aprender estando en un bar detrás de la barra. Da cierta perspectiva
el saber que en este país todo el mundo tiene clara cuál es la solución a los
problemas y ninguna coincide.
Espero
que nos veamos antes de que me vaya, y si no estás invitadísimo a Madrid. Iré a
vivir con Elvira, mi compañera de carrera, que va a hacer un máster enfocado a
hacer el doctorado. Imagino que tirará por la vía académica y hará el doctorado,
porque con el expediente que tiene se la rifarán en cualquier sitio.
Vamos
hablando. Y si necesitas cualquier apunte de las asignaturas del curso, me
dices.
Un
abrazo,
Lucas
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