viernes, 14 de noviembre de 2008

Miedo

Muchas veces me hablaste de él. Con reticencia, me fuiste mostrando uno a uno los motivos por los que aparecía. Inseguridad, desconfianza, impotencia e intranquilidad simplemente son unos cuantos elementos que forman parte de una larga lista. Cuántas veces los habré maldecido, en silencio. Demasiadas son ya las coasiones en las que desearía que todo se volatilizara, simplemente por dejar de pensar. Muchas cosas he dejado de hacer por esto, pese a saber lo que quiero.

Los abracé, no obstante, como si fueran míos. Traté de calmarlos, aliviarlos, ignorando mis propias dudas y temores. Cerré un círculo, abrí caminos. Retomé cosas que dejé en el olvido, asimilándolas con más fuerza a mí. Incorporé aspectos que no creí que pudiera. Odié algunas cosas nuevas y recordé las viejas. Pero seguían sin irse.

Día tras día, golpeaba mi sien, sin querer marchar. Volví con más ganas a la tarea de conseguir la paz. Prometimos eternidad en una noche. Grité en forma de frases, palabras, versos y abrazos lo que pienso y siento. Mostré repulsa ante lo que me repugna y no tuve modo de expresar mi tristeza ante atrocidades pasadas. Y siempre existían motivos para la incertidumbre, para el no saber.

Fue por aquél entonces cuando me detuve, de puro agotado, para ver qué estaba haciendo. Era cierto que no sabía nada con certeza. No podría haber negado, de ninguna de las maneras posibles, que supiera con certeza qué iba a ser de mí mañana. Pero sabía algo. Una afirmación mucho más rotunda y mucho más importante de lo que puede ser la eternidad.

Lo cierto era, y siempre lo había sido que no era en sí mismo importante el hecho de dudar o no. Lo realmente relevante era lo que se hacía para paliarlo. El hecho de prometer, de gritar, de abrazar, de protestar, de sonreír. Todo ello conformaba mi particular viaje a Ítaca. Mi destino, la felicidad. Mi barco, mis ideas. Lestrigones, mi inseguridad, Cíclopes, la desconfianza y Poseidón, la impotencia.

Y, como siempre, las ganas de querer y sentir, mis eternas compañeras de un viaje sin final.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si que te ha marcado Kavafis, eh? Me había acordado de que me habías dicho que actualizaste y lo he utilizado como brevísima excusa para hacer un alto :p Aunque en cinco minutos me pondré a estudiar, chan, chaaaaaan!!!