sábado, 12 de septiembre de 2009

Fallar

La calle estaba casi vacía, debido a la hora de la noche en la cual se encontraban. Ellos dos se miraban con la comprensión que da la confianza, con la confianza que da el afecto y con el afecto que da el amor. En el fondo era irrelevante que Él tuviera los ojos llorosos o que en el rostro de Ella se reflejara la contrariedad de querer ayudar y no saber cómo. Ninguno hablaba, bien porque no hiciera falta o bien porque estaba ya todo dicho.

Las farolas parecían los focos que iluminaban lo que sólo era un escenario, por el cual los dos actores iban avanzando. Cada uno representando su papel. Ella el de persona comprensiva pero impotente ante una situación que no debería producirse. Él frustrado ante la perspectiva de que daba igual lo que hiciera, daba igual lo mucho que se esforzase o que se prometiese a sí mismo una y otra vez que podía con aquello (o mejor dicho, que podía con él mismo).

Ambos deseaban sentir al otro cerca, pensar que aquél mal rato estaba sólo en sus cabezas. Dormir durante uno o dos días, con la esperanza de despertarse y darse cuenta de que había sido un sueño. Y sin embargo, caminaban a una distancia de seguridad, como si al tocarse fuera a producirse una descarga eléctrica. Y en el fondo así era.

Y como siempre, una sonrisa de Ella sacó de su ensoñación a Él. Sus ojos volvieron a cruzarse y de nuevo intercambiar palabras hubiera sido superfluo. Se dijeron todo, en el sentido más amplio, sencillo y sincero, sin que ningún sonido saliera de ninguna de sus bocas.

Al final se despidieron, cada uno con dirección a su hogar. Ella regresando inmerecidamente cabizbaja a su casa. Él, temeroso de creer que la estaba fallando. Que no se merecía su comportamiento y diciéndose a sí mismo, como siempre, que la próxima vez sería mejor. Le aterrorizaba pensar que la estaba perdiendo poco a poco, y trataba de atesorar en su memoria todas las sonrisas suyas que había podido contemplar.

Era muy probable que al día siguiente todo aquello le pareciera irrisorio o sin razón de ser y que volvieran los buenos momentos. Sin embargo seguiría pensando que no estaba respondiendo como se merecía a Ella.

No obstante, le consolaba pensar que, a su modo, los focos no se habían apagado todavía. Que quedaba mucho escenario por recorrer.

Y que los actores seguirían avanzando. Unas veces un poco separados. Casi siempre abrazados.

Pero siempre juntos.