miércoles, 4 de noviembre de 2009

Edunel II

Sentado en mi sillón de cuero, observaba entre perplejo y asustado aquél sobre que había aparecido no sé muy bien cómo en mi escritorio. No había sellos, ni destinatario. Simplemente aparecía un remite, en tinta negra, probablemente escrito con pluma, con una tipografía que parecía del siglo XVII. Una sola y única palabra que no había vuelto a mi cabeza desde hacía mucho. Desde aquellos años en el manicomio.

Mi secretaria abrió la puerta. Llevaba un jersey azul, de cuello alto. Me gustaba ese jersey. El pelo castaño y las gafas apoyadas en la nariz, en esa postura que uno espera de una secretaria.

- La policía está ahí fuera. Desean hablar con usted a raíz de la desaparición de Euclides.

- Muy bien, diles que suban.

Me giré, mirando de frente a aquél papel que me acreditaba a ejercer la abogacía. Me costó lo indecible poder superar aquél infierno que fue el sanatorio mental. Medicinas que me aturdían y atontaban. No saber exactamente dónde estás. No saber si estás.

Pude con ello, lo superé. A pesar de las alucinaciones. A pesar de que mi primera y única amiga allí no fuera más que un producto de mi imaginación. Conseguí curarme, conseguí salir. Me dejaron volver a ejercer. Está bien, no tengo casi ningún cliente. No es extraño, ¿Quién quiere que le represente alguien que hasta hace poco era considerado una persona trastornada?

Y sin embargo, un tal Euclides, el 14 de mayo, decide cruzar a ciegas una autopista. Sobrevivió de milagro. Fue denunciado por temeridad, y pidió expresamente que yo lo representara. Durante el juicio ignoró por completo lo que ocurría, como si no fuera sobre su futuro sobre lo que se estaba hablando. Mientras testificaba dijo que aquella parafernalia le parecía más bien insulsa y que no estaba allí por su persona. "Mi misión es que Edunel llegue a una persona en concreto".

Aquella frase me puso los pelos de punta. Otra vez aquél nombre. Otra vez la pesadilla.

Otra vez.

Más tarde, durante un descanso del juicio, desapareció. Nadie sabe adónde fue. Yo no quería saberlo, sólo quería volver a mi despacho tras prestar una rápida declaración que prometí expandir en mi lugar de trabajo.

Y una vez aquí, esta maldita carta revive todo. Abro el sobre, como queriendo que se trate de una broma.

"Querido mío. Desde que llegué a Edunel (o volví, quién sabe) no he podido parar de pensar en ti. Cada árbol, cada brisa de aire puro. Todos los detalles que creo, incluso los más insignificantes, me recuerdan a tu persona. Sé que ahora creerás que todo esto forma parte de tu imaginación, incluso esta reflexión. Tampoco te pido que creas en esto, sé que al final ocurrirá lo que realmente quieras. Sólo quería darte las gracias. Gracias porque si no fuera por ti, por tu inspiradora presencia y porque, en el fondo, tu calidez siempre dio alas a mi imaginación, nunca podría haber llegado hasta aquí. Este lugar es precioso porque siempre es como quieres que sea.

Tampoco voy a decir que esto sea sólo para darte las gracias. También quiero pedirte que vengas conmigo. Sólo hay algo que mejoraría este lugar, y es que tú estuvieras conmigo. No hace falta un billete ni equipaje. Basta que lo desees. Basta que creas que ya has tenido suficiente y que en realidad la vida que vives no puede depararte nada que no esperes o que no temas. Simplemente necesitas creer que ya has tenido suficiente.

Te amo.

P.D :Si crees que estás listo, simplemente cierra los ojos."

Cuando volví a abrirlos, me encontraba en un prado inmenso.

-Mi vida -escuché detrás de mí. Esa voz sonaba como una cascada. Como el aleteo de miles de mariposas. Como sentir el Sol en la cara. Como el sueño de dos enamorados.

Me giré, nervioso. Nos miramos. Nos encontrábamos en un gran prado, con alguna flor diseminada por el lugar. La brisa mecía nuestros cabellos.

Al momento corrimos uno en brazos del otro, y la tensión pareció disiparse, como si hubiera dejado paso a algo más poderoso. Como si algún dios hubiera dejado espacio en un pequeño espacio de realidad para crear aquél momento. Como el mar revuelto. Como un grupo de caballos corriendo salvajes por un camino de tierra. Como una bandada de gaviotas sonriendo a las nubes.

Por fin, después de mucho tiemo, era libre.

4 comentarios:

Monika dijo...

muy bonita la historia..! ^^ se habia ido sin el y viene a buscarle :D eso si.. me gusta mas la primera parte.. jejejej

Miguel Martínez dijo...

Genial. Cuando se menciona a Edunel por primera vez me ha dado un escalofrío, como cuando ves algo turbio en una película de miedo. De hecho en la primera parte conseguiste que me angustiara con la alucinación del hombre.

Me parece bien que hayas hecho continuación, pues el primero era uno de mis relatos favoritos de los que tienes aquí.

Anónimo dijo...

No sabía que pensases continuar el relato.
El dicho de segundas partes nunca fueron buenas aquí deja de tener sentido. Tal vez por que no es realmente una segunda parte si no simplemente un desenlace esperado, como continuar leyendo después de haber ido a beber algo (aunque tal vez haya sido una de los tragos más largos del mundo XDD)

Lo que si es que tal vez hayas ido demasiado rápido, ha pasado de golpe, sin más.

Tot i aixo m'agrada ^^

XxX

Anónimo dijo...

Aunque no venga a cuento, esto es algo así como Rec 2. Toma esa. Quiero decir, ya no contabas con el factor sorpresa acerca de qué era Edunel y sencillamente podrías haber repetido lo mismo (en plan Viernes 13... Edunel I, Edunel II, Edunel II: Edunel va al Infierno, Edunel IV: En la ciudad... etc...) Pero no. Chico, chico, que le has dado un giro al final que mola. Además, que no se sabe qué tiene que ver el tipo en toda la historia (su cliente) ya que supongo que quien manda la carta es la chica, no él. Habrá un buen Edunel III que cierre el círculo?