lunes, 16 de noviembre de 2009

Lo que pudo ser

Un hombre y una mujer se cruzaban, mirándose. La noche es fría y ambos avanzan deprisa, pese a lo cual, frenan progresivamente conforme se acercan. Sostenien la mirada durante un tiempo y luego continuan el camino. La cara del chico denota contradicción, pero no se gira. No se vuelve para mirar a aquella chica a los ojos. No retrocede para hablar con ella, para intercambiar impresiones. Para decirle que su sola mirada ha bastado para arrastrar todos sus tapujos y timidez al más puro vacío. Que quería conocerla. Quería amarla.

Eso bien pudo ser el principio de algo eterno. Una anécdota que contar a los nietos frente a una hoguera. Algo que recordar durante una discusión. El comienzo de un gran abrazo. Un abrazo reparador capaz de acabar con cualquier duda.

Una persona nerviosa en un taxi, mirando por la ventanilla. Los edificios se suceden uno tras otro, a gran velocidad. Y sin embargo, al ocupante y cliente le parece como si estuviera yendo hacia atrás. Por fin vislumbra aquél gran letrero. Aeropuerto. Rezaba por llegar a tiempo. Otra discusión. Otra maldita discusión.

Rezaba por llegar a tiempo.

Cruza como una exalación dentro del edificio y corre a preguntar por la puerta de embarque. La señorita le dice que no puede hacer nada, que está despegando. Desde su posición puede ver por la ventama como el avión comienza a elevarse. El avión donde estaba ella. Una ausencia inamovible.

Nadie regresa por la puerta de embarque. No está ella, con los ojos llorosos, dispuesta a devolverle la vida. Se ha ido, y se ha ido para siempre. Algo que quizá pudiera haber cambiado de no haber sido todo tan confuso. De no haber discutido por tonterías. De haber terminado la conversación. De haber cogido un taxi cinco minutos antes. Y ahora, lo único que le queda es el olvido.

Una persona vuelve a casa, de noche. La calle está desierta y está muy cansado. Necesita llegar a casa lo antes posible, se siente desfallecer. Cada paso sienta como una losa en su ya de por sí mermada capacidad motora. Y como siempre, regresando por aquél camino, la misma disyuntiva. Izquierda o derecha. Nunca había sabido qué camino le dejaba más rápido en su tranquila casa, en su cómoda cama. En la tranquilidad que ahora tanto ansiaba. Por no pensar, escogió la izquierda. Llegó a su casa, a su cama y a su tranquilidad sin ningún percance. Aquella noche durmió estupendamente y de un tirón. Morfeo le acunó con sueños de felicidad.

Mientras tanto, en la calle de la derecha, momentos antes, el asesino degollaba a la víctima.

No deja de ser curioso lo fácil y complicado a la vez que resulta que nos ocurra algo sorprendente. Inquietante. Encantador.

Determinante.

Aunque, por otro lado, no deja de ser normal.

2 comentarios:

Eris dijo...

Una sola casualidad.
También es casualidad que escribas esto y alguien pase y lo lea.

No es de mis textos favoritos, pero el tema si me gusta.

XxX

Monika dijo...

tampoco es de mis favoritos.. pero esque todos no pueden gustar por igual.. xD
me ha recordado la cancion de Vidas paralelas de Foile a Trois ^^