sábado, 6 de diciembre de 2008

Vida nueva, mundo nuevo

No consigo dormir. Morfeo se ha olvidado de mí, y no me queda otra que dar vueltas y pensar, en otra de esas interminables noches en las que el sueño no llega y lo único a lo que a uno le queda es reflexionar acerca de uno mismo. Ya no quedan libros que leer. Hace demasiado frío como para no querer mantas, pero sudo demasiado como para que no estorben. No consigo encontrar un punto medio para nada. Apoyo las manos en mi nuca, extendiendo mis brazos doblados por mi codo. Observo el techo, insípido como el pasar de las horas.

Soy consciente de que lo mejor es no pensar en nada y, sin embargo, imágenes aleatorias golpean mi cabeza con fuerza, impidiéndome cualquier tipo de relajación. Tampoco es de extrañar. Mi vida ha dado muchas vueltas de campana. Desde pequeño mostré una acuciante curiosidad para con lo que me rodeaba. Con el tiempo crecí y fui descubriendo todo lo que la vida podía ofrecerme. Demasiadas cosas malas para tan poco bueno que mereciera la pena. Quizá no presté la debida atención a las pequeñas cosas buenas. A lo mejor atendí en exceso a las pequeñas cosas malas. Quién sabe.

Fui politizándome con el paso del tiempo, aunque no fue lo único que cambió. Fui relacionándome con la gente. Descubrí la amistad y más tarde el amor. Vi que necesitaba a unas personas y que otras me decepcionaban. Nunca dejé de querer a según que gente, aunque los viera menos tiempo, ni tampoco dejé de odiar algunas conductas.

También encontré grandes decepciones tanto en lo político como en lo personal. Dolorosos desengaños que se producían día a día y que dejaban una huella cada vez más honda en mí. No podía comprender la pasividad de tanta gente, su complicidad ante la miseria. Tampoco llegaba entender el porqué de mi desidia en temas más íntimos. Sabía lo que quería, tanto en un aspecto como en el otro, y, sin embargo, comprendía que en ninguno de los dos podía hacer yo nada solo.

Supongo que fue eso, la soledad, la que iba poco a poco consumiéndome. Repudié todo sentimiento, traté de alejarlo de mí. Me aislé de toda injusticia y de todo acercamiento a alguien. Era consciente de todo lo malo que me rodeaba, sabía en lo que creía. Pero nunca hice nada al respecto. Para nada. No quise saber nada de nadie.

Noto dos brazos suaves que rodean mi cuello y me premian sin tener un motivo especial más allá del expresar cariño. Unos labios como jamás los había imaginado me besan, mientras los ojos de la dueña de aquél beso me miran, sonriendo.

- Buenos días, cielo -oigo.

Le devuelvo el beso, me desperezo y salgo de la cama. Pospongo el vestirme y descorro las cortinas, dispuesto a ver el mundo. Los rayos de sol bañan mi cuerpo tal y como es, llenando a su vez la estancia de colores. Fuera, todavía puede verse algún coche quemado, aunque sabes que pronto se lo llevaran. Queda una temporada larga y dura por delante, hay que construir un mundo de cero. Pero eso no me preocupa ahora. No tengo miedo del futuro, porque soy feliz, y las posibilidades son infinitas.

Me prometí a mí mismo que jamás me inmiscuiría en nada, que el amor y la política no eran para mí. Me recluí en mí mismo, pretendiendo no salir.

Jamás bajar la guardia fue tan dulce.

No hay comentarios: