domingo, 7 de diciembre de 2008

Desayuno

Todo parece oscuro... El desconcierto reina en la habitación, donde el aire está más que viciado y donde coger una bocanada de aire puro se torna en gesta. La manta está situada de forma que resulte incómoda a más no poder, dando calor donde no debe y dejando al descubierto las partes que más sufren la estación dura y heladora del año. La caótica distribución del lugar termina por hastiar al ocupante hasta el punto de abandonar su lecho sin apenas haber reposado.

Sin ganas de nada realmente, se desplaza arrastrando los pies, buscando más con esperanza que con certeza el ser devorado por el suelo. El lóbrego pasillo permanece impasible ante su fúnebre recorrido, observando sin inmutarse a aquél despojo alicaído. El eco de sus pasos acaba por perderse al girar el recodo que ponía fin a aquél espacio angosto sobre el que acababa de trasladarse, quedando éste en un silencio total, como aliviado tras perder de vista tan deprimente imagen.

Llega a la cocina, donde el Astro Rey ilumina la estancia a la vez que torna en dolor la retina de esa sombra. Ahora puede observarse con claridad su aspecto. Pantalón holgado, típico para pasar una noche, de un color azul cielo. La camiseta, blanca y desgastada, zapatillas de andar por casa y semblante indiferente. Rascándose un ojo a causa del contraste de luz, se acerca a tientas a un armario y comienza a prepararse un desayuno para el que no tiene apetito.

Se sienta y comienza a jugar con un trozo de repostería que sumerje metódicamente y sin entusiasmo en un tazón. Su mirada es más profunda de lo que cabría esperarse de alguien en sus circunstancias y un ser observador podría llegar a pensar que se está cuestionando asuntos trascendentales para él. Cada rato, a veces durante un segundo, mira al frente, a las placas de cerámica que envuelven las paredes, observándolas como si el secreto para su felicidad se encontrara escondido entre ellas.

El bollo hace tiempo que se ha deshecho, despedazado por la acción de la leche. Ajeno a eso, el personaje sigue desentrañando el enigma impreso más en su alma que en el muro decorado con baldosas que tiene frente a él. Paulatinamente, una persona atenta podría darse cuenta de como su tristeza y su incomprensión aumentan. Su corazón se llena de lágrimas y busca algo a lo que aferrarse. Se levanta, confuso. Avanza a tientas, desbordado por las emociones de una vida insulsa.

Llega desorientado a un cuarto de la casa, donde guarda todas las cosas referentes a su trabajo, ese medio para poder sobrevivir realizando tareas que no le interesan. Se sienta en su escritorio, desconsolado. La imagen resulta algo grotesca. Un ser humano con una gran crisis de identidad ataviado con un pijama hortera y con algo de leche en la comisura de los labios. Llora como hacía tiempo que no había llorado, hasta que lo encuentra. Bajo sus brazos, como prestando su apoyo de manera sutil pero firme. Como muestra de un mudo abrazo, un folio manchado parcialmente por las gotas saladas que han resbalado por su mejillas le observa desde abajo, como invitándolo a reaccionar.

Sonríe y coge un bolígrafo. Respira fuerte, tratando de aclararse y de limpiar sus fosas nasales. Sus ojos siguen hinchados y todavía no es feliz. Pero sabe que algo puede hacer, algo que pase lo que pase siempre estará ahí. Con decisión se acerca y escribe: "Todo parece oscuro... El desconcierto reina en la habitación, donde el aire está más que viciado y..."

1 comentario:

Black_Zerg dijo...

XD como mola, sobretodo el final. Aunque creo que tienes cámaras en mi recorrido mañanero que te inspiran la escritura <3