miércoles, 12 de marzo de 2008

Juguete nuevo

Realmente, el niño era increíblemente feliz. No todos los días se cumplían años. Su radiante sonrisa denotaba que este era un día muy importante para él. Vestido de gala, se observaba en el espejo del cuarto de baño de su casa, mientras con el peine terminaba de pulir su semblante inmaculado.

Una mano se posó sobre su hombro. Al girarse, vio a su padre, que le observaba desde las alturas, ataviado con una chaqueta azul, con una mezcla de orgullo y simpatía. Su hijo se estaba convirtiendo en un muchacho muy inteligente, fuerte y con un futuro prometedor.

Al rato llegó su madre, con su vestido rojo favorito, y, tras besar a su marido, plantó uno de esos eternos besos de madre que tanto se ansían e incomodan cuando uno sigue siendo un niño. Sus padres se miraron y sonrieron. Se amaban y juntos iban a buscar lo mejor para su hijo.

Los tres salieron de casa cogidos de la mano, sonriéndole al mundo. Iban a buscar un regalo para el cumpleañero. Debido a caprichos del destino, su pobre hijo había tenido la desgracia de nacer el 29 de febrero, y, por lo tanto, la fecha exacta de su cumpleaños sólo se celebraba cada cuatro años. Tras una reunión familiar para solucionar tal problema, se determinó que sólo se le comprara un juguete cada cuatro años, pero éste tenía que ser muy especial, y debía ser elegido por el niño bajo consenso de sus padres.

El chico iba babeando por todos los escaparates, mirando pros y contras de todos los juguetes. Sus padres, a su vez, miraban a su hijo con felicidad. De repente, a ambos se les iluminó la cara, y señalaron el escaparate de una tienda. Corrieron hacia allí, arrastrando a su hijo tras ellos.

-¡Mira qué preciosidad de juguete! -dijeron-. ¿No te apetece, cariño?

-Bueno, es que había visto otro en ese otro escaparate que...

-¡Pero qué dices! ¿Has visto este? ¡Es perfecto! Vamos a entrar a preguntar el precio.

-Pero...

Las protestas del pequeño fueron ahogadas mientras sus encantados padres entraron a preguntar el precio.

-¡Pero si es baratísimo! Nos lo llevamos.

-Muy bien -dijo el dependiente- Se puede coger la caja cúbica o la esférica, ¿Cuál prefieren?

-¡La esférica! -exclamó el padre.

-¡La cúbica! -dijo su madre a su vez.

Ambos se miraron, extrañados.

-¿Cómo que la cúbica? ¿Estás loco? ¡Nuestro querido hijo podría hacerse daño con las esquinas!

-¿Y tú qué? ¡Si juega con la caja esférica podría pisarla y caer! ¿En qué demonios estabas pensando!

-Bueno -intentó apaciguar el tendero-. En esencia el juguete es el mismo. No tienen más que quitar el paquete y tirarlo.

-¡Usted se calla! -gritaron los dos.

-¡Ya verás cómo todo el mundo me da la razón!

-Eso habrá que verlo, vieja arpía.

Los dos salieron a la calle y empezaron a gritar, llamando a los transeúntes. Mucha gente entró, extrañada por los gritos que proferían los progenitores. El niño continuaba mirando por el cristal de la tienda al escaparate donde había visto aquél juguete que le había parecido perfecto. Todo era tan surrealista... Se giró y vio como sus padres estaban empezando a contar a la gente que consideraba mejor una caja cúbica que una esférica. El muchacho suspiró, triste. Un hombre ya mayor, con una boina negra que coronaba su testa, comentó que el niño parecía que lo que quería era un juguete de la otra tienda. Los padres le gritaron que se fuera de la tienda, que él no iba a saber mejor que ellos qué es lo que quería su hijo. El hombre se despidió y salió de la tienda, con la cabeza gacha y sin saber qué hacer.

Al final, un hombre con chaleco verde exclamó que tenía que ser el niño que eligiese qué paquete elegir para el regalo. Su madre agarró al hijo y le preguntó que qué paquete quería. El niño observó la sonrisa forzada en el rostro de su madre y en el de su padre.

-La cúbica -dijo, sin emoción alguna, tras unos instantes.

Los partidarios de la madre profirieron vítores ante lo que consideraban una gran victoria. El padre comentó que estaba orgulloso porque había convencido a mucha gente y que hasta el siguiente cumpleaños esperaba que las cosas mejorasen.

El niño se encontraba completamente desengañado y frustrado. Su deseo era tan simple... Al llegar a su casa subió a su cuarto, fingiendo felicidad ante sus padres antes de subir con sus cortas patas hasta su cuarto. Sin desenvolver el regalo, uso el paquete para llegar hasta la ventana de su cuarto. La abrió y saltó al vacío.

1 comentario:

RATA SUIZIDA dijo...

Me encanta, es tan triste, tan carcomido por las mentes de sus padres... y que hay alguien que se da cuenta, se lo dice y ellos pasan y se empeñan en el regalo que ellos quieren regalar y no en el regalo que quiere realmente el hijo.

Te seguire leyendo.