miércoles, 26 de marzo de 2008

Mi humanidad

Demasiadas son las ocasiones en las que no me siento humano. Veo por la ventana y sólo veo obras producidas por la modernización. Enormes edificios se presentan debajo de un ruidoso panorama, que sirve de compás para que gente tenga que estar trabajando 8 horas oficiales para poder comer. Grandes y flamantes entidades bancarias cuyos cajeros sirven de hotel de gente que no sabe si envidiar o apenarse por los anteriores. Y por las calles la gente pasa malhumorada, rápida y triste, moviéndose por inercia, como un ratón que da vueltas en una rueda en su jaula, ignorando que puede haber algo más, pensando sólo en como aumentar la velocidad y funcionabilidad de una maquinaria que lo hace esclavo. Veo personas que han convertido su vida en un amasijo de rutina, trabajo y televisión, sin otra inquietud que la de conseguir quince cochinos días al año para vivir, para ser feliz. Vivo sumergido en una continuidad perfectamente diseñada para que no haya manera de escapar de ella. Un futuro alegremente oscuro, tristemente coloreado.

Pocas cosas son las que rompen esta sucesión monótona. Y todas, sin casi espacio para la excepción, son tachadas de trágicas, desacertadas o caóticas. Todas son un extremo nefasto y sensacionalista, olvidado a los pocos minutos por una u otra lesión de este u este otro jugador. Cada muerte se olvida. Cada tragedia, cualquier desastre y todas las injusticias son tragadas por esa vorágine absurda que es todo.

En algún punto la humanidad prefirió seguir dando vueltas, y continuar viviendo mareada. De otra forma, sería inexplicable que una muerte se olvide con altas dosis de pan y circo. No tendría sentido que el hambre, la destrucción, las injusticias y la tristeza sean devorados por esta rutina sedante.

Por eso reniego de mi humanidad. Una humanidad dormida. Una humanidad que prefiere pensar que tiene un control ficticio sobre una vida rotatoria y sin fundamento alguno que no sea el ver como te mueres para no tener nada. Una humanidad destrozada y ciega. Una humanidad que pugna por conseguir una felicidad basada en tener más que el prójimo, y disfrutar de lo que otra gente no tiene.

Pero llamadme romántico porque, pese a todo, no puedo dejar de pensar y de amar a la humanidad. Llamadme ingenuo porque no creo que el coma en el que está sumido sea irreversible. Llamadme soñador porque creo que un ratón puede salir de su rueda.

No hay comentarios: