lunes, 31 de marzo de 2008

Unaingenua Martínez

Cielo :

Te vas a reír cuando leas esta carta. ¿Cuánto llevas encerrado? ¿Cuatro? ¿Cinco años? ¡Pues según el código penal tendrías que haber estado 11 meses! Jajajaja. Podrías haber salido tranquilamente por la puerta y no podrían haberte dicho nada. Desde luego lo tuyo no tiene nombre. Pero esto no termina ahí. Ya verás ya, es desternillante.

Por lo visto, todos los enfermos de VIH tienen derecho a tratamiento. Sabes lo que eso significa, ¿No? ¡Que no tienes la enfermedad! Los seis exámenes médicos que te hicieron, por lo visto, debieron de estar mal. Si no, te habrían dado los medicamentos. ¿No es maravilloso? Además también me he enterado de que la policía no puede introducir heroína en las cárceles, y tampoco permiten violaciones, por lo que tampoco podrías haber pillado la enfermedad.

También me estuve informando, y te han estado visitando nuestros hijos (el peque, por cierto, dijo su primera palabra hace cosa de dos meses: fue papá) durante todo este tiempo. El mayor se ha alegrado mucho de saber que te ha estado visitando durante estos años, aunque no se acuerde. Espero que agradecieras nuestras visitas, aunque estoy seguro de eso, cariño.

Otra cosa de la que he sido partícipe, es que no existen las palizas a presos por parte de los policías que están allí de servicio, de modo que aquellos moratones que me enseñaste posiblemente te los harías cayéndote, y la radiografía que te enseñó el médico en la que aparecían cuatro costillas rotas, debía ser de otro preso. Si es que, mira que eres despistado, vida mía.

Bueno, como ya puedes salir, te esperaré el lunes que viene para cenar. Haré tu comida favorita, para que la puedas disfrutar a los hijos que has estado visitando todo este tiempo. Luego, podré hacer eso que te gusta tanto en la cama, aunque con la pastilla del día después ya valdrá, porque, como no tienes el SIDA, no hará falta que usemos preservativos. Y al día siguiente, he organizado un partido de fútbol con tus amigos. Como los moratones que te hiciste al caer ya habrán pasado, y las costillas no te las habías roto tú, si no otro recluso, podrás jugar sin problema.

Bueno cielo, me despido, que el niño pequeño está llorando. Te espero, mi amor.

Te quiere:

Unaingenua Martínez.

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