domingo, 20 de abril de 2008

Tu historia

Lo recuerdas todo como si hubiera sido ayer.

Sentada en el sofá de tu casa, observabas el televisor mientras cenabas. Las noticias iban transmitiéndote desgracias ajenas. De algunas te preocupabas. De otras no.

Fue entonces cuando el presentador anunció que les había llegado un informe de última hora. Por lo visto, unos gamberros habían producido unos disturbios en su cuidad. En seguida aparecieron imágenes de lo sucedido. Contenedores volcados, gente con la cara tapada lanzando piedras contra la policía.

El caos.

Recuerdas que apenas te preocupaste por los motivos por los cuales aquellas personas se estaban enfrentando con las fuerzas de la policía. Simplemente te dedicaste a condenar el hecho con la rotundidad a la que estabas acostumbrada.

Incluso no pudiste reprimir una sonrisa cuando viste que los antidisturbios disparaban pelotas de goma. Por fin esos alborotadores entenderán que esas no son formas de hacer nada.

No dieron más detalles acerca de la noticia, y continuaste cenando, olvidando en seguida la noticia. La televisión ofrecía ahora una serie de vida cotidiana, donde un danés esquizofrénico no sabía como decirle a su urólogo que era budista alternativo. Entonces, sonó el teléfono.

Una voz te comunicó que tu hijo estaba en el hospital, y que era grave. El médico trató de darte explicaciones, pero, sin colgar el teléfono, saliste corriendo hacia el hospital.

No podías creer que algo le hubiera pasado a tu hijo. En él habías depositado todas tus esperanzas. Era una persona sana, con cabeza, que le iban bien los estudios y al que adorabas. Él había sido tu principal punto de apoyo cuando tu amado había muerto al caer de un andamio. El gobierno negó las indemnizaciones que procedían y tuvo que ponerse a trabajar mientras continuaba sus estudios. Llegaba exhausto a casa, pero siempre exhibía la mejor de sus sonrisas.

Entraste corriendo por la puerta del hospital, preguntando a la recepcionista qué se sabía y en qué habitación estaba. Recorres rauda la distancia que te separa de tu hijo y entras con potencia donde, tu hijo, descansaba sobre una cama, con la cabeza deformada a causa de un enorme moratón. Estaba rodeado de multitud de aparatos que no sabías para qué funcionaban.

El médico, en la sala, te puso una mano en el hombro, mientras te consolaba, diciéndote que habían hecho todo lo posible. Pero oíste su voz lejana. Sólo podías ver a tu hijo en la cama, con los ojos cerrados y sin vida. Sin su sonrisa.

Y lloraste. Como jamás habías llorado. Expulsaste tu alma por los ojos, sin poder casi respirar. Te apoyaste en el hombro del doctor, que te consoló de forma un tanto fría. Aunque ya no notabas eso. No notabas nada.

El medicó se fue, y te dejó sola, en la habitación. Al poco rato, entraron, tras pedir permiso, un grupo de jóvenes. Les reconociste como amigos de tu hijo. Se pusieron a tu alrededor. Unos trataron de consolarte. Otros callaron. Otros lloraban.

Te explicaron que acudieron a una manifestación convocada contra el racismo, a raíz de la existencia de otra manifestación de carácter xenófobo que se estaba produciendo en aquella misma zona. La policía les evitó el paso, mientras la otra manifestación discurría sin problemas, lo que provocó tensiones y, más tarde, disturbios. Los policías, en contra de lo que tienen permitido, dispararon pelotas de goma al aire, y una alcanzó a tu hijo en la cabeza.

Dos semanas estuviste sin salir de tu cama. Llorabas. Por tu hijo, por la situación, por lo que la gente decía. Por todo. Nada era normal. Todo se había vuelto del revés.

Pasaste dos años, denuncia tras denuncia, pero nadie se hizo cargo. Tu hijo había muerto y nadie era el responsable.

Solo el apoyo de sus amigos.

Y ya es el cuarto año que vas a poner flores. Unas flores que a nadie le importan. Que suelen ser robadas o pisadas. Unas flores cuya historia es ignorada, pisada y tergiversada.

Por eso has decidido dejar este mundo. "Porque,", piensas mientras apuntas el cañón de una pistola hacia tu cabeza, "cuando el mundo ignora tu historia, es mejor ignorar al mundo".

Y así, de este modo, termina tu historia.

Adiós.

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